Hay quienes definen al Pan Dulce como un mero comestible navideño, pero lo cierto es que su valor e importancia llegan mucho más lejos, convirtiéndose en el postre ideal de cada día.
Un Pan Dulce nace para ser compartido, para unir a las personas alrededor de una mesa, y transformar ese instante en una ocasión única e irrepetible. Desde el momento en que es creado, nuestro Pan del Cielo Colsani trasciende su estado simple, buscando un lugar propio, una familia dispuesta a compartirlo.
Cada mínima cosa (incluso un objeto) desea ser algo más de lo que es. Un árbol ansía ser bosque, un ladrillo quiere ser el más alto edificio, una nube sueña con ser la lluvia que espera la tierra. Nuestro Pan del Cielo también quiere ser algo más, y es por eso que nosotros, quienes día a día lo hacemos, sumamos experiencia y conocimientos actuales, con el objetivo de transformarlo en algo especial para el paladar de quién lo consume.
Esto significa elegir la mejor materia prima, darle a la masa un trato exclusivo, desarrollar y mejorar la receta cuantas veces sea necesario.
Pero sobre todo, para transformar nuestro Pan del Cielo en un pan dulce más noble, trabajamos con pasión y responsabilidad en cada uno de los detalles que influyen en el sabor y la imagen final.
Fabricantes, envasadoras, vendedores, maquinarias, dan su máximo potencial en pos de dejar una pequeña huella que los una eternamente al orgullo de fabricar este pan dulce.
Y esto se percibe en el aroma, pues ya desde el momento en que un Pan del Cielo es cortado, vuelan hacia los cuatro vientos, cual partículas de invisible color, la alegría y el placer de producir con un objetivo claro, deleitar a nuestros clientes.
El mejor regalo es aquel que podemos disfrutar acompañados, aquel que nos aleja de la oscura soledad, y nos invita a sonreír junto a nuestros seres queridos.
Perfume, unión y belleza habrá en su mesa, al servir un Pan del Cielo Colsani.
